(Primera parte)
Enseñando aprendí
que la valía de un hombre
no se mide por sus obras
sino por sus bondad.
Que quien tiene carisma
imprime carácter
y deja una huella
que no se puede borrar.
Enseñando aprendí
que no hay acción sin consecuencia
y no hay alegría sin pena.
Que del esfuerzo sale
el éxito y la recompensa.
Enseñando aprendí
que de la tolerancia surge
la benevolencia
y que la empatía
potencia la paciencia.
Enseñando aprendí
a ser yo misma ahora y aquí.
(Segunda parte)
Enseñando aprendí a valorar
aquellos que son más débiles,
que con gran dificultad
ponen todo su empeño
para poder aprobar.
Largos años de paciencia,
horas de dura realidad
al contemplar que estoy sola
en la intensa tarea de enseñar.
Voluntad y convicciones son pilares de mi tesón
para llevar a buen puerto tan delicada labor.
Niños, jóvenes, quienes quieran
han sido, son y serán
los que aprendiendo enseñaron
que la mayor dignidad para el docente en el aula
es tener la libertad de ayudar a sus alumnos
a que encuentren su verdad.