Enfrentarse a lo que odiamos nos da fuerza en la lucha pero no paz, aunque no queda más remedio aceptar el reto.
No podemos retirarnos de esa batalla por pereza o miedo; hay que ir a ello. Hay que caminar hacia aquello que no queremos enfrentarnos. ¿ Qué es lo que nos beneficia de esa lucha? El sentimiento de responsabilidad hacia nuestra propia circunstancia, la aceptación de nuestra condición vulnerable y la tranquilidad de haber hecho lo que debíamos.
La vida está llena de encuentros no queridos ni deseados, de situaciones no buscadas, de circunstancias irrenunciables. Desgraciadamente, de pequeñas o grandes batallas que ganar. Hay que tener el coraje para ir a la lucha sabiendo que siempre hay algo que aprender en cada victoria y algo que ganar en cada derrota. Sabiendo que cada vez que nos caemos y nos levantamos somos más fuertes.
Cada vez que vencemos una batalla salimos reforzados, cada vez que abandonamos una lucha nos debilitamos interiormente.