Llega la tarde con el desgaste de la intensa jornada.
Las fuerzas flaquean y el desánimo se apodera del pensamiento.
¡Ha llegado mi tiempo!, ¡ahora es el momento de desconectar!.
Sin embargo no puedo sentirme activa
ni poder ilusionarme con algún proyecto.
¡Estoy demasiado cansada!, ¡me falta el aliento!
Las largas horas de intenso trabajo
han consumido mi energía,
han borrado mi alegría
Han vaciado la botella de la motivación,
de la ilusión por realizar una tarea creativa.
Una tarea a mi propio estilo, sin contrapartidas.
Han vaciado mi mente y matado mi iniciativa.
El desánimo ocupa lugar en las añoradas tardes del día
La pereza y la desidia me hacen navegar sin rumbo
impidiéndome encontrar un confortable refugio.
Llega la noche, momento de bendición
cuando se apagan las luces y solamente
se escucha el latir del corazón.
Horas conmigo misma, momento de recuperación,
cuando se olvidan las penas y toda aquella tensión
que mataba mi energía y enturbiaba mi visión.
Noche tranquila y serena es para mí bendición
porque se entierra el hastío para soñar libremente,
sin límites ni ataduras que me bloqueen la mente.
Noche que pasa en un soplo trayendo un nuevo día.
Un nuevo amanecer, con su vida y su alegría
donde todo es posible: soñar, luchar y crecer.
El círculo de la vida y del día a día. Exponerlo mejor imposible.
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