Es muy frecuente en el mundo laboral ver como individuos carentes de cualidades ocupan puestos de responsabilidad para los cuales no están preparados. Podríamos decir que les ha hecho un guiño el destino, que les ha tocado la lotería o simplemente que nacieron con estrella. En la mayoría de los caso se debe a que están dotados de unas habilidades especiales para adueñarse de la creación y del trabajo ajeno haciéndolo suyo a los ojos de los demás.
El objetivo no es aprender de la experiencia o completarse como personas en evolución, sino adquirir prestigio o fama a cualquier precio. La ambición es más fuerte que la honestidad consigo mismos y que el interés de aprender, que en la mayoría de los casos carecen.
En realidad, viven una ficción, creyéndose importantes y valiosos. Se auto-convencen de que las ideas y opiniones ajenas son propias y no tienen una conciencia de plagio o usurpación. Creen ser merecedores de su posición adoptando una postura de arrogancia ante la vida y ante aquellos que han contribuido a su escalada social y profesional. Es su defensa ante la carencia de talento porque en el fondo, muy en el fondo, saben que carecen de él.
Yo le llamo la prepotencia de la inseguridad. Solo aquellos que se sienten seguros de sus logros pueden sentirse en paz consigo mismos. Teniendo la tranquilidad de que sea donde sea o en cualquier circunstancia podrán apoyarse en sus cualidades para crear situaciones nuevas que les motive a seguir su camino con entusiasmo, superando los obstáculos sabiendo que serán capaces de salir adelante .
Por último añadir que no solo se nace con talento, sino que el talento se potencia formándose, aprendiendo y trabajando en aquello en lo cual se quiere evolucionar e incluso triunfar. No todos los que triunfan son merecedores de su éxito.
Lola Velasco V.
Amanece cada día 